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sábado, 20 de agosto de 2011

Lic. Jorge Gomez y su Análisis en el Mundo Deportivo "Con Una Tacita de Cafe"

Lo primero, y lo ideal, sería ganar con espectáculo; lo segundo, y muy frecuente, es hacerlo, pero sin belleza. No es una cuestión de preferencias: más bien es un tema de identidad y de capacidad.

Portugal, finalista del Mundial Sub-20, juega para ganar y no necesita brillar. A Brasil, el otro finalista, se le exige más: ganar con armonía. La final podría ser un lance de estilos: los portugueses saben atrincherarse, arman bloques sólidos, casi como murallas impenetrables, que blindan a su portería con siete y ocho hombres, quienes, como guardianes armados de casco y escudo, se abaten en la cancha para evitar el gol.

De cuando en cuando, una pelota logra filtrarse y superar esa férrea defensa, y, ahí, aparece el guardián mayor: Mika, un arquero tan efectivo como afortunado. Es cierto, el fútbol portugués carece de vistosidad, pero ellos saben esperar, cautelosos, el momento para atacar y son efectivos. Su apuesta puede llegar a ser falible, pero por ahora les da resultados.

No hay por qué cambiar, sobre todo para enfrentar a Brasil, que carga con la obligación de tocar exquisitamente, de tener embestidas letales y goles espectaculares. Brasil no tiene posibilidad de escoger, su historia la obliga a ganar, pero con belleza; eso es lo primero. En cambio, Portugal decidió ser aguerrido y defensivo. Lo primero para ellos es ganar, aunque sin espectáculo.
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