Hay maneras de vivir. Maneras de soñar. Maneras de sufrir y, también, maneras de competir. El Sevilla es único en este último concepto. Agarrado a ese instinto competitivo, a esa increíble creencia colectiva en que no es inferior a nadie y jamás se rinde, el conjunto andaluz dio una lección de vida ante un gigante como el Bayern de Múnich en una superfinal europea en la que solo cayó en la prórroga.
El Bayern tiró de amplitud de plantilla en la prórroga y Javi Martínez acabó con la resistencia del Sevilla. Todo como consecuencia de un saque de esquina producto del único error en defensa de Diego Carlos y, en general, de todo su equipo. El Sevilla cayó con mucho honor y aunque inferior futbolísticamente al Bayern, demostró que es un equipo muy complicado de batir. A veces la mística es casi superior al enorme despliegue futbolístico de un equipo de las prestaciones del Bayern.