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lunes, 11 de julio de 2011

La absurda condena a Lionel Messi

Debe de haber sido una semana difícil para Messi. Como se sospechó de Borges, o de Piazzolla, e incluso de Maradona antes del 86, ahora se sospecha de él. Los argentinos somos así, orgullosos militantes de la picardía y la ventaja, pero escépticos de la excelencia. La crítica a la grandeza no tiene límites. Cuando el genio se parece a los demás, la novedad también se vuelve una mercancía que vende bien y consigue adherentes inmediatos.
Messi, el mejor futbolista del mundo, es el único jugador capaz de entrar en algunos lugares de las defensas, es competitivo, fuerte física y mentalmente y ama jugar en la selección, aunque para eso deba sufrir. Pero no exageremos. Necesita auxilio colectivo para ser. Si el equipo elabora lento y lejos, no hay muchas posibilidades expresivas para su juego decisivo.
La altura del campo donde se pretende que Messi comience a desequilibrar es determinante. Su impacto devastador precisa paciencia y respaldo. Que el 9 sea Higuaín puede ayudar, por la siempre inteligente lectura que hace de las defensas. También la profundidad de Di María y la comunicación con Agüero. Pastore también podría haber contado en el cambio. Todo es posible, siempre que haya criterio.
No se trata de armar un equipo "para Messi", sino de armar un equipo, para todos, del que seguramente también se nutrirá Messi. No mucho para empezar: dos, tres, patrones colectivos desde donde partir y en los cuales apoyarse. Ésa es la carencia que más le duele a la selección. Sin eso, el caos queda siempre cerca.
Hay jugadores muy buenos, los hay inteligentes y generosos y están los imprescindibles. Messi pertenece a esa categoría. No precisa gritar el Himno ni estar en la tapa de nada. Lo único desmesurado de Messi es su talento. Aunque esa misteriosa tendencia autodestructiva que tenemos los argentinos hoy lo juzgue culpable de no sé qué.
Si alguna vez se cansa del destrato, Messi tendrá razón de su cansancio. Nada lo obliga a jugar con esta camiseta. Lo impulsa el amor por un fútbol argentino que no pudo disfrutar antes. Podríamos hacerle el favor de dejarlo en paz o ir pensando cómo arrepentirnos más adelante. Un medio que habitualmente consiente el mal juego le exige a Messi un desempeño que iguale a los compactos que acostumbramos ver del Barcelona. Le reclamamos a Messi el fútbol que ya no tenemos desde hace tiempo. Y si no, lo hacemos culpable. Así funcionamos. Somos un desastre.
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