Este sábado viviremos el primer partido oficial de la temporada italiana con la final de la Supercopa entre Milan e Inter, dos grandes que buscan divisas en oriente, como todos.
La realidad del fútbol ha cambiado y desde hace años los resultados deportivos son unpretexto para experimentar aperturas de horizontes económicos, decentes o no. Ya se sabe que el dinero no tiene patria, ni bandera ni catadura moral.El discurso justifica todo tipo de decisiones a partir de una crisis económica creada e impulsada desde los propios organismos que controlan el fútbol. Fichajes millonarios, poco esmero en las canteras y financiaciones irracionales han llevado a que todos los grandes busquen los millones –que no la honra- lejos de casa.

Y que se entienda bien, jugar en Estados Unidos, Japón o China no es criticable en sí mismo, sino que debe asumirse como consecuencia inmediata de los errores económicos cometidos y de la falta de previsión deportiva que únicamente apostó a los fichajes para nutrirse de cracks potenciales o ya formados, dependiendo de si había dinero paraGourcouff, Sneijder, Eto’o o el mismísimo Ibrahimovic.
Inter ha dominado el fútbol italiano los últimos años e incluso consiguió, siendo peor que muchos, ganar la Champions del Bernabéu, aquella de la “obsesión” del Barça que Mou pagó en carne propia un año después.
¡Forza Inter! | ¡Viva la Revolución! | ¡Forza Milan! |
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Efectivamente, los rossoneri han podido dar la talla en casa, pero hablando de todo un Milan,dominador por excelencia del continente europeo en épocas democráticas, su plantilla dista mucho de las del Barça, Real Madrid, Manchester City, Manchester United o Chelsea.
Adriano Galliani, el Galáctico del Mercado, el auténtico mago de las finanzas y un tipo que, por si fuera poco, sabe un rato de fútbol, considera que las reglas económicas no son iguales para todos y que en Inglaterra y España la carga fiscal es menor que la propia. ¿No era Silvio Berlusconi Primer Ministro?

Es una buena razón pero no la única: calciopoli, falta de compromiso real con las canteras y la recalcitrante cultura del resultadismo puro, terminaron por aburrirnos a todos. La cultura del ganar como sea ya suena a prehistórica, además de reaccionaria, y la televisión en tres dimensiones ha llevado al gran público las miserias y virtudes de todos los protagonistas. Simplificamos también las razones, pero suman y son atendibles.
Este sábado, la Supercopa de Italia se jugará, de nuevo, lejos del país que dirime el título. Dinero, publicidad y audiencia han impuesto que el partido unificador de Scudetto y Copase juegue ante la atenta mirada de miles de chinos. La diferencia horaria no es un problema y el mediodía europeo estará salpicado por la Tienda en Casa, el culebrón de turno y el Milan-Inter.

La desnaturalización del juego como exponente cultural de un país se manifiesta en eldiscurso aceptado por las masas: no hay dinero pero debemos fichar y, por tanto a vender el producto. Eso, llegado a nuestro fútbol, terminará por hartarnos de todos los duelos entre blaugranas y merengues que, ahora, también jugarían en Estados Unidos, con el beneplácito de Florentino Pérez y el poco convencimiento de Sandro Rosell.
Lejos de entender que los clásicos son una excepción deliciosa que mejora el calendario, buscan convertirlos en el menú del día de una taberna mediática que será pan para hoy y hambre para mañana. Todo cambia, todo se transforma pero no todo progresa.

Dentro de ese axioma debemos movernos mientras entre rollito y rollito de primavera,Gattuso le mete una plancha a Sneijder con la foto de Mao detrás y un niño trabajando a euro el día para que nuestros hijos se vistan a la última.
¿Por qué no usar el fútbol –ya que los libros fracasan- como un arma cargada de futuro? ¿Por qué no hablar de derechos humanos en lugar de cerrar contratos y facturar dinero manchado por la ignominia? Puede que porque no seamos tan diferentes, aunque sí más hipócritas que nadie.
