Los hinchas de River transformaron la tristeza y la bronca por el descenso en un cariño incondicional. El plantel lo disfruta y agradece el apoyo con resultados.
De ese inolvidable silencio, más profundo que nunca, de las lágrimas, de la vergüenza y de la bronca que se expresó con violencia en el Monumental el 26 de junio, al aguante incondicional, a llevar la camiseta a todos lados con orgullo, a reventar las tribunas en cualquier punto del país, a mimar a los jugadores que defienden la banda roja sin ningún rencor. Por el momento, la reconciliación es absoluta.
La herida del descenso dolerá de por vida, pero ya no sangra. Al menos, no hay secuelas visibles en los hinchas de River. Un caso testigo es el de Arano. Chiche era el jugador más culpado por la gente y sólo recibió algunos silbidos cuando volvió al equipo, ante Atlanta. Tal vez el 7-1 haya influido en su favor, pero el Racing y Huracán ya no soporta recriminaciones. Algo similar sucede con Adalberto Román, la mano negra (literalmente) en la Promo ante Belgrano: si bien el paraguayo no volvió a ponerse la camiseta, se sienta en el banco desde la goleada ante Atlanta y el hincha no lo castiga. Ah, Gabriel Funes Mori pasó de recibir amenazas con pintadas en su casa a salir de la cancha ovacionado después de su golazo ante Gimnasia LP.
