Un pedazo de la hierba sobre la que Pelé cimentó su mito, uno de los banderines del estadio donde jugó durante décadas el AIK Solna o un par de asientos de una grada levantada en 1937. El pasado domingo el mítico Rasunda sufrió un saqueo organizado antes de su derribo definitivo.
La cita reunió a unas 5.000 personas a las puertas del estadio. Los martillos delataban que no estaban allí para ver un partido de fútbol, sino para arrancar cualquier pedazo del mítico recinto para plantarlo luego en el salón de casa.
Todo valía durante dos horas. Alguno se presentó incluso con una amoladora angular para cortar con gran precisión una de las porterías, aunque la mayoría se decantó por llevarse a casa un pedazo de césped. «Mi abuelo jugó aquí, así que queremos que la misma hierba crezca en el jardín de nuestra casa», cuenta una hincha al diario Svenska Dagbladet.
Muchos se fueron directos a la grada para arrancar el asiento que han ocupado durante años. Algunos se los llevaban de tres en tres para utilizarlo como adorno en casa. Todo con sumo cuidado para no estropear las preciadas piezas que se salvarán de la demolición. Los más nostálgicos cavaron un hoyo en el centro el campo para simbolizar el entierro. Allí descansarán varias banderas del equipo local hasta que el estadio quede reducido a cenizas.