Que Leo Messi no está bien es una evidencia. Sus actuaciones durante el ratito que jugó en Pamplona (últimos 20 minutos) y el pasado sábado en el Camp Nou ante el Real Madrid, son las prueba más evidente.
Encadenó una serie de lesiones musculares que acabaron por marchitar los brotes verdes que había mostrado en más de una ocasión. Pese a ello, y por mucho que digan, La Pulga acumula una docena de goles en la temporada (ocho en Liga y cuatro en Champions).
Martino parece tenerlo todo controlado, pese a que no le costó decidir que Messi debió irse al banquillo cuando él lo consideró oportuno.
Leo, cuatro veces ganador del Balón de Oro, quiere el quinto, pero prioriza llegar bien al Mundial. Es consciente que el galardón está complicado. El que amenaza con cortar de raíz su currículum es francés, juega en el Bayern de Guardiola y atiende al nombre de Ribéry.
No es que ande relajado, ni mucho menos, pero sí que es verdad que Messi considera que el aterrizaje de Neymar le ha beneficiado. Le quitó mucha presión y sabe que puede contrar con el brasileño para desencallar el partido. Él regresará pronto. El equipo está líder con seis puntos, sabiendo que el mejor no anda nada fino.



