James David Rodríguez va cambiando de piel, al interior de este jugador estigmatizado desde muy pequeño por el diez, un dorsal que causa lesiones cervicales, se cuece un futbolista de lomo duro. Del James espontáneo, surge el reflexivo.
El gran síntoma de la madurez. Con Ancelotti aprende a recorrer el campo. Que no es lo mismo que correr por él. Ahora conoce nuevos territorios del fútbol en los que debe pensar.
Poco a poco se vuelve un descubridor. Lo que parecía un peregrino de las zonas más ásperas del juego, se está convirtiendo en un pensador territorial.
La diferencia entre el futbolista idealista y el influyente, es el compromiso, la solidaridad. Y James está causando adhesión en ambos aspectos del juego. Su influencia es mayor porque su talento está en sitios donde no había llegado antes.
Lo más difícil para jugadores tan finos, es cumplir con el kilometraje que exige el fútbol moderno sin que ello afecte su lucidez.
El esfuerzo es doble, porque el desgaste mental es tan duro como el físico. Al genio de un jugador se le puede pedir que corra, lo que no puede hacerse es pedirle a un jugador correlón que sea genial.
Hace unos meses James ya era ocurrente haciendo correr a la pelota, ahora lo es corriendo por ella. Eso lo vuelve indefendible. Suele creerse que talentos como el James o Benzema, deben cumplir con las cuotas que impone el mercado: ¿Cuántos kilómetros corrió?, ¿cuántos goles metió?, ¿cuántos balones recuperó?, ¿cuántos pases puso? Lo que nunca se mide es cuántos minutos pensó.
De todas sus jugadas con Real Madrid, un archivo que empieza a ser coleccionable, hay una que lo define mejor que ninguna. James recorrió 70 metros sabiendo desde el principio cómo iba a participar en ella.
Fue cruzando el camino con firmeza mientras ponía un ojo en sus compañeros, otro en los rivales y la mente en la pelota.
Cuando Benzema había estirado el campo lo suficiente, James se metió entre los defensores para romperlo. Entró al hueco con el filo de una idea. Con un movimiento deshizo cuatro cinturas y con un taconazo deshizo a la grada. James el jugador que recorre el campo pensando, sirvió un balón de oro para Bale, el jugador que corre por él sin pensar. James tiene conciencia, cambia de piel.